JOSE ROSELL VILLASEVIL. CERVANTISTA. HUMANISTA.. ILUSTRE BARGUEÑO/ESQUIVIANO.

El 15 de Junio de 2017, falleció, a los 86 años de edad, Don José Rosell Villasevil.

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(Don José Rosell Villasevil, en una reciente fotografía, que deja patente su personalidad).

La familia cervantina se conmocionó ante la inesperada noticia de la muerte de José Rosell, devenida después de tres días ingresado en el hospital de Toledo.

Desde el año 1996 hasta su fallecimiento, José Rosell Villasevil fue Presidente de la Sociedad Cervantina de Esquivias, Asociación que tuvo la fortuna de que un buen día del año 1976, José Rosell apareciera por Esquivias, en busca de las huellas de sus admirados Miguel de Cervantes Saavedra y Catalina de Salazar y Palacios, por la que tenía una especial devoción; amor platónico a una hidalga que encandiló los sentimientos de José Rosell, como en el siglo XVI lo hiciera con Miguel de Cervantes, intuyendo la belleza interior y exterior de esta noble esquiviana. Pero además de eso, José Rosell llegó para conocer a fondo Esquivias, sus gentes, sus costumbres.

 

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(Don José Rosell Villasevil rodeado de su familia).


José Rosell era natural y vecino de Bargas (Toledo), pero siempre que tenía ocasión de hacerlo, presumía de su estrecha relación con Esquivias, del cervantismo que esta población sagreña lleva en sus entrañas; para ello, se relacionaba con las personas mayores, sobre todo con «el tío Valeriano», una persona singular que superó la centena de años vividos, quien le dejó una huella imborrable. De estas charlas con los vecinos de Esquivias, llegó a conocer la idiosincrasia de sus habitantes, como hiciera Miguel de Cervantes desde su llegada a Esquivias a mediados de Septiembre de 1584. Y es que don José Rosell no hacía sino secundar todo aquello  que su «maestro», Cervantes, experimentó también.


José Rosell era una persona que cautivaba con su elocuencia. Poseía el don de la palabra, con una riqueza de expresión singular; así como de saber captar la atención de los que le escuchaban. Su pasión, El Quijote, le impulsaba a soñar que todos llegaran a leerlo: «Yo no gano nada con eso -nos decía-, hoy que todo se mueve a través de intereses materiales, pero ¿os dais cuenta la riqueza que pueden poseer nuestros amigos y vecinos cuando lleguen a conocer al Hidalgo de la Mancha? Ese es el mejor legado que podemos ofrecer a nuestros semejantes».

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(Don José Rosell Villasevil acompañado por su esposa Teresa, a la derecha, y su cuñada Feli).

En el año 1987, la Sociedad Cervantina de Esquivias le distinguió como «Quijote del Año», máximo galardón que otorga esta Asociación Cultural a personas físicas y/o entidades, que trabajan o desarrollan su actividad en defensa del cervantismo, de la Sociedad Cervantina o del pueblo de Esquivias, indistintamente, como así lo hizo José Rosell Villasevil desde el momento de convertirse en su asiduo visitante.

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(Local Social de la Sociedad Cervantina de Esquivias)

Nueve años después, en 1996, la Asamblea General de la Sociedad Cervantina de Esquivias, por unanimidad, lo eligió como su Presidente, labor que ha desarrollado desde esa fecha con más interés, si es que esto hubiera sido posible, puesto que José Rosell siempre ha puesto el alma en la defensa del cervantismo esquiviano.

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(Parte de la colección de dibujos a todo color de Blanes Aracil).

La amistad que unió a José Rosell Villasevil con el pintor toledano Blanes Aracil, hizo que, en primera instancia, éste donara una colección de dibujos a la Sociedad Cervantina de Esquivias. Dicha colección fue cedida al Ayuntamiento de Esquivias para ser exhibida en el Museo-Casa de Cervantes.

Posteriormente, Blanes Aracil compuso una nueva colección de dibujos sobre cada uno de los capítulos del Quijote de su primera parte, a todo color, que también donó a la Sociedad Cervantina, hallándose dicha colección en el Local Social de esta Asociación.


Las muestras de afecto no tardaron en llegar a la Sociedad Cervantina, lamentando el fallecimiento de su Presidente, José Rosell; prueba de ello, son los artículos que sus amigos y admiradores hicieron llegar a esta Asociación Cultural, parte de los cuales reproducimos a continuación:

José Antonio Hernández de la Moya, Director General de RTVE de Castilla la Mancha, escribía: 

«Mi amigo Rosell»:

«Dice la letra de una música popular que: «algo se muere en el alma cuando un amigo se va y va dejando una huella que no se puede borrar». Este mismo sentimiento es el que hoy me embarga a mi con la partida de este mundo, de mi amigo José Rosell Villasevil.

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(José Rosell en una locución en RNE R5 Todo Noticias, con su Director, José Antonio Hernández, sobre el programa «Minutos Cervantinos»)

Mi amigo José Rosell era un joven de espíritu de 86 años de edad, nacido en Bargas, un entrañable pueblo de Toledo. Una abuela le infundió el amor por la lectura y con siete años leyó su primer libro: «La abeja Maya». Con diez años ya se atrevía con «La Ilíada» de Homero, y con El Quijote, de Cervantes, del que se sintió atraído como un imán. En cierta ocasión me confesó que en su larga vida había hecho de todo, como su admirado Cervantes; en su caso, desde cuidar puercos hasta pronunciar eruditas e inolvidables conferencias como cervantista, ante ilustrísimos personajes.

Se podría decir que mi amigo Rosell fue un hombre hecho a si mismo. Durante muchos años llevó con orgullo y dedicación la representación de la Sociedad Cervantina de Esquivias, una institución creada para seguir avivando el fuego del legado vital y literario inconmensurable del Príncipe de los Ingenios.

José Rosell no vivió de la pluma, pero la tomó cuando fue menester, para dar a conocer al mundo su amor por Cervantes y el apostolado que él creía necesario hacer de su mensaje universal. Sus obras «Cervantes, pintor de la palabra», «Mi amigo Sancho» o el trabajo de investigación periodística «Sencillamente Cervantes», responden a este propósito. Y aunque nunca lo buscó, obtuvo diversos premios y reconocimientos literarios. hasta el momento de su partida, que quizás oteaba ya próxima, su visión vitalista y cervantina de la vida le empujaba, cada día, con el espíritu y la pasión de un joven explorador de lo ignoto, a participar en programas de radio y televisión, prensa y revistas especializadas, y a seguir impartiendo conferencias y organizar eventos relacionados con el mundo cervantino.

En uno de nuestros programas radiofónicos en Radio Nacional de España «Minutos Cervantinos», le pregunté ¿Que te ha dado Cervantes, José?. Me respondió con la tranquilidad y la sencillez que le caracterizaban: «Podría estar hablando un día entero de lo que me ha dado Cervantes, pero la radio exige una cronometría exacta. De una forma resumida te diré que Cervantes me enseñó los principios básicos de la verdad y de la razón, entre los que se encuentran temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría, y el principio socrático profundo del «Conócete a ti mismo», porque de este conocimiento saldrá «no hincharte como la rana que quiso compararse con el buey».

Se dice que amamos lo que conocemos. De José Rosell recibí el grandioso regalo de conocer a Cervantes y su obra inmortal, por el que le estaré eternamente agradecido. Hoy, tras conocerle, gracias a la eminente erudición cervantina de mi amgio Rosell, me seduce todo de él. Por supuesto su insuperable obra literaria, especialmente la que representa «El Quijote» que, hasta el momento -según el escritor ruso Dostoyevski-, es «la más grande y última palabra de la mente humana», pero también su extraordinario modo de afrontar sus momentos finales, una exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica.

Me conmovían las últimas palabras de Cervantes, entresacadas de la carta que remitió a su protector, el Conde de Lemos, a mediados de abril de 1616 y que, pronunciadas por mi amigo Rosell, siempre me sonaban a música celestial: «Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor, ésta te escribo (….) Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo ésta (….) El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan (….) Mi vida se va acabando, y, al paso de la efemérides de mis pulsos que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la mi vida. (….) ¡Adiós, gracias. Adiós, donaires. Adiós, regocijados amigos. Que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida¡».

Estoy convencido de que mi amigo José Rosell hoy ya está en el paraíso, junto a su admirado Cervantes y toda la corte de ángeles celestiales. Y ello me reconforta. Pero, como dice esa letra de la canción a la que me he referido al inicio de estas mis sentidas coplas a la muerte de mi amigo: «Ese vacío que deja el amigo que se va es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar».

José Antonio Hernández.


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Emilio Maganto Pavón, Urógolo jubilado, investigador, cervantista y escritor, escribía:

«Don José Rosell: Un ejemplo de cervantista singular».

«Con el fallecimiento de don José Rosell Villasevil, el cervantismo ha perdido a uno de sus más representativos valedores y quizás la figura más entrañable y querida en el ámbito del conocimiento y divulgación de la vida y obra de Miguel de Cervantes.

Gran comunicador y, pese a su edad, dotado de una memoria excepcional y un verbo fácil, era capaz de recitar y comentar cualquier pasaje del Quijote, por complejo que fuera, adornando sus palabras con esa belleza y amenidad que solo los elegidos, o los verdaderos conocedores del asunto tratado, son capaces de transmitir a la audiencia en sus charlas o conferencias.

Tampoco sus escritos y artículos en revistas, o en el diario ABC, desmerecieron nunca en el panorama crítico y bibliográfico español, llegando a ser, durante las dos últimas décadas, un referente en la difusión periodística del gran legado cervantino.

Seguidor incondicional de Luis Astrana Marín, fue defensor a ultranza de su biografía documentada de Cervantes. De ahí que su empuje y su incansable censura a los que, indebidamente, pretenden apropiarse de determinados derechos inalienables en torno a la vida del Manco de Lepanto, siga despertando, entre los que tuvimos el honor de tratarle, el más sincero y respetuoso reconocimiento.

Es posible que los vecinos de Esquivias lamenten haberse quedado sin su más fiel paladín, pero seguro que sentirán mucho más, como lo he sentido yo, haber perdido a un verdadero maestro, cuya tenaz labor en pro de la educación y la cultura es un ejemplo a seguir. Descanse en paz».

Emilio Maganto Pavón.

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(José Rosell dirigiéndose al público, como siempre «sin papeles»).

Antonio Lázaro, escritor, escribía:

«Pepe Rosell, rumbo a Cervantes y a Don Quijote»

«La desolación es un páramo ardiente de día, tenebroso de noche: como estos días atroces de canícula que nos encojen el ánimo y nos abrasan los sesos a los hijos de la estepa. La cábala, el buen y mal amor, las andanzas de un quimérico hidalgo fuera de época, todas las grandes genialidades, las cosas maravillosas fruto del ingenio castellano acaso no hubieran sido posibles sin este clima extremo, despiadado. Pero la desolación crece con la triste nueva del fallecimiento de un amigo grande y noble, un enamorado de la vida al que le llegó la némesis en estos días de junio rayanos con lo inhumano

Hasta el último momento trabajó en sus proyectos porque seguro estoy de que Pepe visitó el despacho de su casa en Bargas, incluso el día en que hubo de ser ingresado. Empeñado en un lúcido trabajo, que habrá de ver la luz póstumamente como el mismo Persiles, en torno a la novela póstuma de Cervantes. Los trabajos de Persiles y Sigismunda, cuyo centenario se celebra este año. Pepe había rematado una serie de textos siguiendo la decisiva ruta del trayecto de sus personajes a través de la actual Castilla-La Mancha: Talavera de la Reina, Toledo y la Sagra, Ocaña, Quintanar de la Orden, La Mancha Alta, La Manchuela y el paso a Valencia por el Cabriel. Como siempre, proponiendo una nueva ruta de turismo cultural y literario para su amada región. Igual que había hecho un año antes recuperando en el libro «Cervantes y el Camino del Sur», presentado en Fitur en el stand de la Junta de Comunidades, la verdadera ruta o camino real de Madrid a Sevilla que tantas veces hizo Cervantes y que hace Don Quijote en la primera parte de la novela: por Ciudad Real, Almodóvar y Puertollano a través del Valle de Alcudia, hacia Córdoba, y no por Despeñaperros, que no se abrió hasta el siglo XVIII.

Generosidad, vitalidad, alegría de vivir. Tuve un mal pálpito en nuestra última conversación telefónica en la semana previa al Corpus. No se acababa de recuperar de un mal catarro del pasado invierno y lo noté, por primera vez, decaído, sin ilusión, como si estuviera a punto de arrojar la toalla. Ya no podré llevarle la pequeña efigie de Shakespeare que le traje de recuerdo de un reciente viaje a Stratford upon Avon. 

En mi trayectoria como escritor, solo encontré en él, como otros autores de la tierra, apoyo y comprensión, hasta mi reciente novela, «Los años dorados», que reseñó en ABC con generosa columna. Nunca olvidaré su presentación, junto a Ángel Felpeto, entonces Vicealcalde de Toledo y concejal de Cultura, en la Casa Consistorial toledana, de mi novela dedicada a Juanelo Turriano. «Memorias de un hombre de palo». Por mi parte, tuve el placer de coordinar la edición de su libro Amigo Sancho, en 2009, en la etapa en que dirigí el Servicio de Publicaciones de Castilla-La Mancha. Una deliciosa recopilación de sus artículos dedicados a temas quijotescos y cervantinos.

Hay que decir que Rosell fue un autodidacta pero un autodidacta enciclopédico. Su visión de Cervantes era total y plural. No conocía El Quijote, lo vivía hasta la médula, lo compartía, lo transmitía. En los dos años de la efemérides de la edición (2005-2015), traté de transmitir la idea de que el mejor método para promover la lectura de la novela, verdadero objetivo de toda celebración al respecto, habría sido comisionar a Pepe para que hablase de ella en una gozosa peregrinación por los colegios e institutos de Castilla-La Mancha.

Porque teniendo la máxima erudición, nunca fue un erudito al uso. Era un conferenciante, un charlista, único e inimitable. Seductor del público, capaz de improvisar una disertación sin papel ni guión alguno por más de una hora. Por el tiempo que hiciera falta.

Y otro apunte: Pepe fue un gran animador del colectivo de poetas bargueños. Porque era un gran rapsoda y además, no solo de los versos ajenos. También de los propios. Sus carpetas deben de estar llenas de esos poemas chispeantes, vitalistas, certeros en que recuperaba una conexión con la lírica popular y con nuestro inagotable romancero.

Nuestras últimas colaboraciones, además del editing del libro sobre el Persiles, han tenido como marco la sede de Radio Nacional, de Toledo, y la serie «Minutos Cervantinos», que con tanto fervor y tino conduce José Antonio Hernández. Ahora, Pepe, has cruzado el umbral, has traspasado el azogue, ya llegas adonde Miguel y Alonso Quijano, más Quijote que nunca, y el bueno de Sancho te esperan: un mesón lleno de jacarandosas maritornes, verdaderas princesas, y jarras de ese buen vino de la tierra que siempre te gustó. ¡Salud, amigo y maestro¡».

Antonio Lázaro.


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(Escena de las Visitas Teatralizadas en la Casa de Cervantes de Esquivias, donde José Rosell encarnaba el papel del Cura Pero Pérez (Cura de la aldea de Don Quijote y, así mismo, cura del Lugar de Esquivias a mediados sel siglo XVI), en el escrutinio de los libros de caballerías que, junto con Maese Nicolás, el Ama y la sobrina, hicieron en la biblioteca de Alonso Quixada).

Manuel Moreno, publicó:

«José Rosell Villasevil, Caballero del Amor».

«Se perdía por los huesos de Dulcinea, era un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo… de Cervantes, un apasionado de Don Quijote. José Rosell Villasevil era un trovador del amor. Mi amigo Rosell tenía algo que enganchaba cuando hablaba, cuando contaba historias, cuando utilizaba la retranca. Pero cuando recitaba, ¡Ay, cuando recitaba¡, entonces era la releche. Rosell cautivaba a hombres y a mujeres. Era un tipo, un caballero, de los que seguramente ya no quedan sobre las tierras de Alonso Quijano.

Cervantes está dando palmas porque Rosell va a comerle la oreja. Don Quijote, sin embargo, está de muy mala leche porque llega un competidor por la lozanía de Aldonza Lorenzo. Y yo me quedo un poco apenado porque José Rosell Villasevil, «el Ciego del Arrabal», se ha ido de aventuras, siguiendo la estela del Manco de Lepanto y toda su prole».

Manuel Moreno.

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Artículos extractados de la revista La Encina, de la Asociación Santiago Apostol de Quintanar de la Orden:

En el Editorial:

«…después de indicar que José Rosell fue colaborador y Premio de «La Encina», lo aprecia como «académico, poeta, escritor, ameno conferenciante, prestigioso Cervantista a nivel internacional, trovador de la Mancha, Presidente de la Asociación Cervantina de Esquivias, colaborador de ABC y Radio Nacional de España…»

Marciano Ortega Molina. Exalcalde de El Toboso:

«Elegía a José Rosell Villasevil, Romántico y Cervantista»

«…el Cervantes de Toledo, erguido por tus anhelos, llora/ tu marcha porque ha perdido al eterno enamorado./ De Bargas a Toledo, proclamando la eternidad Cervantina./ Desde Esquivias a El Toboso, tu mágica palabra nos embriagaba./ De Campo de Criptana a Quintanar nos envolvía tu dulce armonía./ Se marcha el caballero que amaba a Cervantes y adoraba su existencia./ Pero queda el juglar de la vida y del amor, tu espíritu cervantino pervivirá».

Marciano Ortega Molina.

Juan Gómez Díaz, Cronista Oficial de Lillo:

«Al Maestro, al Amigo»

«…fuiste tú el que me sacó de la aldea para recorrer capítulos y protagonizar hazañas extraídas del tintero y de la imaginación sin que me olvidara del consejo cervantino: «Llaneza, muchacha, no te encumbres; que toda afectación es mala» (…) Gracias por inducirme a leer el Quijote, a comprender el Quijote y a estar un poco loco tratando de desparramar sus valores, sus creencias e ilusiones. Y, sobre todo, a decir con voz alta y clara: «Podrán los encantadores quitarnos la aventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible».

Juan Gómez Díaz.

Antonio Zaragoza Jimérez:

«Recordando al entrañable amigo José Rosell Villasevil»

«En lo año 90 mi padre me habló de los artículos sobre acontecimientos pretéritos de villas toledanas y manchegas, que «un señor que debía ser sabio, culto y enterado» escribía en ABC. El tal «señor» era José Rosell (…) una de las personas que más me ha sorprendido e impactado en mi vida. No solo por ser uno de los mejores cervantistas de España y del Mundo. Sino también por su gran vitalidad y su prodigiosa memoria».

Antonio Zaragoza Jiménez.