EN EL PUEBLO DONDE CERVANTES AMÓ…

Con fecha 26 de Marzo de 1929, la Revista Gráfica ESTAMPA, de Madrid, de la que era Redactor Jefe Don Vicente Sánchez-Ocaña, publicó un artículo de tres páginas sobre Cervantes y Catalina, que por su interés es reproducido en la web de la Sociedad Cervantina de Esquivias.

De dicho artículo, conociamos la fotografía en la que se halla Don Máximo Prieto, entonces Alcalde de Esquivias, que junto con el Cura Párroco muestran a Don Vicente Sánchez-Ocaña, a la artista de la época Rosita Prieto y a otro caballero no identificado, el libro donde se halla inscrita el Acta de Boda de Miguel de Cervantes Saavedra y Catalina de Salazar y Palacios.

Por lo interesante de dicho artículo, y porque su lectura resultará dificultosa, se reproduce íntegramente:

«EN EL PUEBLO DONDE CERVANTES AMÓ…»

Página 14.

LA MUCHACHA DE LA REJA…


Ella estaría allí, detrás de esa reja, donde ahora está Rosita Prieto, la linda  artista que nos acompaña en la visita a la casa… ¿Sería ella guapa, como Rosita?… Sí. Era casi una niña. No tenía mas que diez y ocho años. A los diez y ocho años las muchachas son lindas siempre… Sería una muchachita modosa, sencilla, de mirada suave…

Y estaría ahí, detrás de esa reja, contemplando vagamente la callejuela solitaria y silenciosa…

De pronto, sonarían unos firmes y rápidos pasos y ella adelantaría vivamente entre los barrotes su cabecita curiosa, para atisbar al transeúnte… ¿Quién vendría?…

Vendría por en medio de la calle un hombre cenceño, de perfil agudo, tieso aún y marchoso, aire de soldado, pero con la cabeza un poco inclinada, pensativo.

Ella, agazapada otra vez en el fondo de la ventana, lo miraría atentamente: iría, mientras él avanzaba por la calle, examinando sus botas, su gran sombrero, su gorguera, su frente arrugada, sus largos bigotes… ¡Un forastero¡… Sí: ¡un forastero¡… Aquel Hidalgo no era de Esquivias… ¿Quién sería? ¿A qué habría ido al pueblo?…

El forastero iría adelantando por la calleja… Ya está cerca de la ventana… Ya está frente a ella… Y sigue… Sigue con su paso mecánico, firme e igual, los ojos en el suelo, absorto… Ya ha pasado de la ventana… Ya va a doblar la esquina… Va a desaparecer…

Pero, de pronto, la muchachita que está detrás de la reja, deja caer algo, o ríe no se sabe de que…

Al ruido, el forastero alza los ojos, ojos grandes, de mirada un poco cansada, un poco apagada. Y encuentra la suave y sumisa mirada de la mujercita.

El se destoca y se inclina.

Ella escapa de la ventana, ruborosa, temblorosa.

TERTULIA JUNTO A LA LUMBRE

A la noche, junto a la lumbre, estarían de tertulia la familia, los criados, algún vecino… Se comentarían las novedades del pueblo; se hablaría de la cosecha… La conversación sería lenta. Las palabras serían graves, pausadas… Y habría largos silencios. Las gentes se quedarían inmóviles, pensativas, mirando llamear los leños.

En medio de uno de esos silencios sonaría la vocecita fina de la muchacha.

–Pasan ahora muchos forasteros por Esquivias…

La observación, hecha con tono indiferente, quedaría sin respuesta.

Los contertulios seguirían quietos, con las cabezas inclinadas, abstraídos.

Y habría otro largo espacio de silencio.

De cuando en cuando una vieja, sarmentosa y enlutada, suspiraría en su rincón.

–El pueblo -indicaría de pronto la muchacha- debe de estar creciendo. Viene mucha gente de fuera…

Nadie contestaría tampoco.

Un vecino se encogería de hombros. La vieja enlutada suspiraría otra vez.

–¡Ay, Señor¡…

Y continuarían todos parados y mudos ante el hogar.

Al cabo de otro rato, volvería a oírse la voz de la muchachita.

–Por ahí quizá haya guerra… Están pasando soldados por el pueblo…

–¿Soldados? -preguntaría un vecino, alzando la cabeza.

–Vi algunos estos días de atrás… Y hoy también… Hoy…

La voz de la muchacha vacila un instante… Se apaga…

–¿Hoy? -apremia el vecino, mirándola sorprendido.

–Si… -cuenta ella, con la voz temblorosa, la vista baja-. Hoy vi pasar uno… Uno que… Parecía soldado… Flaco… De bigotes… Con sombrero grande… Los ojos…

La vieja sarmentosa y enlutada se yergue severamente en su asiento.

–¡Mas de lo debido lo miraste¡

La muchacha enrojece y balbucea, casi llorosa:

–Estaba yo en la ventana… Estaba yo… Y él pasó cerca…

El vecino se inclina para encender su cigarro en las ascuas del hogar. Y explica:

–Debe de ser el primo de ese Juan de Cervantes, que es guarda de los bosques reales de…


Página 15

…Borox… Uno que ha sido soldado y ahora anda haciendo comedias… Miguel, creo que se llama…

La vieja se encoge despectivamente de hombros.

–¡Un bigardo trotamundos¡

MIGUEL

El bigardo iría y vendría por el pueblo, entre estas altas casonas de hidalgos. Pasaría y repasaría por esta calle en que estaba la reja de la muchachita; esta calle, que ahora se llama «calle de Doña Catalina»… Y un día, ¡quién sabe cómo¡ se acercaría a la ventana y estaría allí unos minutos charlando, bromeando…

¡Que escándalo al saberse¡

Los hidalgos, paseando, al sol, por esta plaza de la iglesia, refunfuñarían ceñudos.

En la casa, cerrada, hermética, como si hubiera caído sobre ella un luto o una deshonra, todos los parientes, congregados alredor de la encogida chica, vocearían con los puños en alto.

Y la madre, medio accidentada, se debatiría entre las acongojadas amigas, dando agudos chillidos.

–¡Con un trotamundos¡… ¡Con un renegado¡…

Las vecindonas, a las puertas de sus casucas, murmurarían, en corros.

–Dicen que le cogió una mano…

–Dicen que se besaron…

El trotamundos seguiría paseando por Esquivias, con su aire abstraído, una vaga sonrisa entre los largos bigotes… Cruzaría tranquilo, frío, entre las vecindonas cotilleras, entre los hidalgüelos encrespados… De cuando en cuando, alzaría la cabeza, fijaría un instante en ellos su mirada cansada, lejana, y luego, encogiéndose de hombros, continuaría andando, otra vez sumido en sus pensamientos o en su sueños…

Por la noche, cuando ya todo el pueblo estuviera dormido, se llegaría lentamente, sigilosamente hasta las tapias de este huertecillo que hay detrás de la casa de la muchacha… La casa sería a esas horas una mole negra. Todo a obscuras, todo quieto. Los balcones cerrados, las puertas cerradas… Pero, de pronto, en medio del gran silencio nocturno, esa ventana, la ventana del cuarto de ella, se abriría suavemente, y en el aire tibio, oloroso a flores del huerto, una vocecita fina, leve, susurraría:

–Miguel…

EL DIA DE LA BODA

Aquí, delante de este altar, se arrodillaron. Y esta iglesia rural, vacía y tenebrosa en este melancólico obscurecer de febrero, ¡que llena de luces y de música estaría aquella mañana del 12 de diciembre de 1584¡

Contra la voluntad de la familia, contra los hidalgüelos, contra las vecindonas, el trotamundos y la muchachita se quieren y no ha habido sino dejarlos casarse… Aquí, delante de este altar, estarían los dos arrodillados, y tras ellos una muchedumbre curiosa y algarera se apretujaría cuchicheando, riendo…

Entre los murmullos sonaría la voz de sacerdote:

–Catalina de Palacios Salazar y Vozmediano, ¿quie…

Página 16

...re usted por esposo a Miguel de Cervantes y Saavedra?

–Si -respondería una vocecita fina-.

–Miguel de Cervantes y Saavedra -volvería a preguntar el oficiante- ¿quiere usted por esposa a Catalina de Palacios Salazar y Vozmediano?

–Si -diría una voz firme y grave.

Luego, empujados por la muchedumbre, saldrían a la calle, a ser abrazados, besuqueados, estrechados, aclamados…

¡Mañana clara, mañana soleada, del 12 de diciembre de 1584, qué alegría debía de tener, a tu luz este atrio de la iglesia de Esquivias, ahora frío y solitario¡

Junto a su mujercita de diez y nueve años, en medio del corro bullicioso de parientes y amigos, Miguel de Cervantes, el duro y estoico aventurero, estaría enternecido, con los ojos brillantes de alegría, casi lloroso… Sí, por primera vez, el viejo vagabundo, el castellano, seco, desengañado, receloso, se abandonaría aquí en este atrio a la felicidad, a la ilusión…

¡Que descanso a los treinta y siete años, ya acabado, ya casi sin fuerzas para seguir rodando por el mundo, poder cobijarse en este pueblo, junto a esta suave muchachita; pasar aquí en paz, obscuramente, tranquilamente, el resto de la vida¡ ¡Que bien no tener que seguir peleando con los hombres; no tener que seguir corriendo caminos, hambriento y acosado; dejar deslizarse la existencia entre una familia afectuosa, entre unos amigos cordiales, seguros, entre gentes leales¡…

Así soñaría Cervantes en este atrio la mañana del 12 de diciembre de 1584. Así soñaría también algunos días mas, paseando por esta habitación de su casa, que era su despachos, mientras doña Catalina, haciendo labor junto a la ventana, alzaba de cuando en cuando hacia él los ojos suaves…

SE VA…

Adiós, Esquivias.

Camino de la estación nos volvemos para ver por última vez el pueblo, extendido por la llanura… Igual que nosotros ahora lo contemplaría Miguel de Cervantes un día hace mas de tres siglos. En aquel puñado de casas terrosas y blancas deja el viejo trotamundos unos parientes que le odian, una mujer, la suave muchachita, que casi le odia también; unos amigos indiferentes u hostiles.

En dos años el sueño de felicidad se ha desvanecido… No hay descanso para él. Es menester seguir…

El viejo bigardo contemplaría melancólicamente, por última vez, esas casas, esa torre… Después, suspirando, echaría a andar…

* * *

De esa manera me he imaginado yo, recorriendo Esquivias, los amores de Miguel de Cervantes con Catalina de Palacios, su mujer.

Vicente SANCHEZ-OCAÑA

EPÍLOGO

En la Sociedad Cervantina de Esquivias contamos con algunas publicaciones que el Señor Sánchez-Ocaña hiciera, pero es evidente que no llegó a conocer suficientemente la vida de Cervantes con Catalina (ver final de su artículo), ya que al contrario de lo que él afirmaba, Cervantes siguió en perfecta armonía, no exenta de distanciamientos por el trabajo que desempeñaba para la Corte, prueba de ello son los documentos que de esa fecha al día de hoy han ido apareciendo, tanto en Esquivias, como en Madrid, Valladorlid, etc. y siempre al lado de su esposa la esquiviana Catalina de Salazar y Palacios y, finalmente, de hallarse enterrados ambos en la misma sepultura, por que así lo dejó mandado Catalina, en el Convento de las Trinitarias, entre las calles de las Huertas y de Lope de Vega, de Madrid.

Comentario a algunas fotografías:

Página 14, la Calle de Catalina de Palacios ofrece una visión de como se hallaría esta calle el día de la boda. Por ella llegaría Catalina a la iglesia, sorteando el barro removido por las rodadas de los carros, y dónde lo mas seguro era pisar por los goteros de las canales ya que dejaban las piedrecillas lavadas de tierra.

En la misma página se aprecia el patinillo que existía dentro de los amplios corrales que tiene esta casa, protegiendo para que las gallinas y otros animales no penetraran en él.

Este patinillo fue reformado posteriormente, como se aprecia en el décimo de lotería del «Niño» del año 1965.

Página 16. En la fotografía de los personajes, se hallan, de izquierda a derecha: Rosita Prieto -artista de la época-, el Cura Párroco de Esquivias, Don Vicente Sánchez-Ocaña, Don Máximo Prieto -Alcalde de Esquivias- y otro caballero no identificado.

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Sabino de Diego.







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