DOS EFECTOS DEVASTADORES EN LA VIDA SOCIAL DE ESQUIVIAS: EL ROBO DE TORIJA DE 1450 Y EL GRAN CATARRO DE 1580..

Dos importantes hechos luctuosos ocurrieron en Esquivias en los Siglos XV y XVI: «El robo de Torija de 1450»  y  «El Gran Catarro de 1580».

Ambos sucesos repercutieron notablemente en la vida social de Esquivias, en su demografía,  su progreso y su bienestar.

EL ROBO DE TORIJA DE 1450

Es conocido como «El Robo de Torija» los efectos devastadores que sufrió Esquivias a primeros del año 1450 a manos de arqueros, peones y unos 60 ó 70 jinetes que saquearon el pueblo de Esquivias, llevándose hombres y mozos a Torija (Guadalajara), siendo allí encerrados «so siete llaves» donde sólo comían entrañas y, los domingos, una hogaza pequeña de pan.

En principio se pensó que estas incursiones podían ser motivadas por algún contexto religioso.

Es preciso significar que se estaban preparando los acontecimientos para celebrar el primer aniversario de las apariciones de la Virgen a Inés Martínez, de 12 años de edad, hecho ocurrido en la vecina población de Cubas (Madrid) por primera vez el 3 de Marzo de 1449.

«Inesica» nacida el 3 de Agosto de 1436 en Cubas de la Sagra (Madrid), hija de Alfonso Martínez, porquero, se hallaba guardando cerdos y dijo se le había aparecido una Señora que brillaba su manto como el oro y resplandecía su cara como la luz del sol.


Según manifestó Inés, en los siguientes días volvió a tener la visión, pidiéndo la Señora levantaran un monasterio en el lugar dejando clavada en la tierra una cruz de palo que Inés llevaba en la mano.

El día 9 de marzo, domingo por la tarde, Inés tiene la visión principal. El pueblo que había ido al lugar en procesión, le ha pedido a Inés una señal para creer lo que dice la niña, esperan cerca, cuando María coge una cruz de palo que llevaba Inés en la mano y la hinca en la tierra, señalando el sitio para una iglesia. A Inés le queda una herida en la mano en forma de cruz. Preguntado de como se había hecho la herida dijo «E que llevaba una cruz de palo para poner en el lugar do la dicha Señora le había tomado la mano, e en ella hecho la dicha señal».

El dia 10 de Marzo de 1449, se llevan a cabo las investigaciones preliminares para esclarecer lo manifestado por Inés, iniciado por los alcaldes de Cubas. 

Ante las repercusiones que se iban sucediendo en los siguientes días, se procedió al traslado de la niña al Monasterio de Guadalupe donde fue encerrada en una celda: «E que después que los dichos frailes, que habían metido a la dicha Inés en una cámara, e que la cerraron por de fuera, e que quedó la moza allí encerrada. E que después entraron (a cabo de hora, que tornaron) allá los dichos frailes, y el alcalde del lugar, e otros con ellos. E que cuando ellos entraron a do estaba la dicha moza que le dijeron que mostrase la dicha mano. E que cuando sacó su mano para la mostrar, que la hallaron sana». Lo que ocurrió el 19 de marzo de 1449.

María anunció ochenta mil años de indulgencias para los que ayunasen en sus fiestas. En aquella época en Toledo se observaban seis fiestas de María y en ninguna de ellas era obligado el ayuno. En algunas diócesis, los obispos concedían un máximo de cuarenta días de indulgencia por ayunar o no trabajar en estas fiestas.

Parecía haber un paralelo con la seguridad ofrecida por la Virgen contra los moros en Jaén veinte años antes, concrétamente el 13 de junio de 1430, y semejante a los de Santa Gadea.

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(Convento de Santa Juana en Cubas de la Sagra, Madrid)

En la década de 1570, hay noticias de que se seguía celebrando regularmente una procesión desde el pueblo de Cubas al convento situado dónde se habían producido las apariciones, con la implantación de la cruz en 1449. Esta procesión se celebraba el día 9 de marzo.

Desde entonces, se celebra en toda la comarca de la Sagra toledana, entre la que se encuentra Esquivias, y los pueblos próximos a Cubas, en la provincia de Madrid, la fiesta de Santa Juana, como así se conoce a Santa María de la Cruz, de niña Inés Martínez. Es costumbre en estas poblaciones celebrarlo saliendo de romería a los campos próximos para hacer la comida del mediodía, cuyo plato principal e imprescindible es la tortilla de patata, y es poco probable que en alguna vivienda de Esquivias el día 9 de marzo no se coma tortilla de patata, en cualquier comida, incluso aún sigue la tradición de salir el dicho día 9 de marzo al campo, o en su caso el fin de semana anterior o posterior, o los dos si llega el caso. Hasta hace muy pocos años, el día 9 de marzo no ha sido lectivo en los colegios de Esquivias para que los niños pudieran celebrar dichas «escapadas» al campo.


Un segundo contexto político era la presencia de merodeadores «navarros» en la región. Estas incursiones serían una táctica del infante Juan de Aragón (casado en segundas nupcias con Juana Enriquez, padres de Fernando I de Navarra y Aragón «el Católico»), casado en primeras nupcias con Blanca de Navarra.

  (Juan II de Navarra, infante de Aragón)

Los aldeanos informaron a Felipe II, 125 años después, que estas incursiones partían, al parecer, del castillo de Torija (Guadalajara), y se saldaban entre otras cosas con numerosos secuestros y el pago de rescate por las victimas en el castillo de Zorita de los Canes (Guadalajara). Entre las poblaciones que mencionaron estas correrías a la investigación de Felipe II, se hallaban, Esquivias (Toledo) Berniches, Jadraque y Tendilla (Guadalajara) y Fuencarral (Madrid).



Tendremos que remontarnos al 7 de marzo de 1419, cuando Juan II de Castilla (padre de Isabel II de Castilla «la Católica») fue proclamado mayor de edad en unas Cortes reunidas en Madrid: «Muy Poderoso Señor: Los de Vuestros Reynos e Señoríos son aquí ayuntados en estas vuestras Cortes, oyendo que es cumplida vuestra edad de catorce años, para vos entregar el regimiento de vuestros Reynos, como las leyes dellos lo disponen y mandan».

                  (Juan II de Castilla)

Posiblemente por tener el rey tan corta edad, algunos historiadores de aquel reinado presentan a Juan II como una persona de poco carácter, a la vez que débil y pusilánime, lo que explica que fuera manipulado por su hombre de confianza: Alvaro de Luna.

La Corona de Castilla fue testigo, durante varios años, de un conflicto en el que intervinieron, por una parte, la monarquía, a cuyo lado se hallaba Alvaro de Luna, por otra, los infantes de Aragón, es decir los hijos de Fernando de Antequera y, para remate, una serie de representantes de los grandes linajes de la nobleza castellana.

Alvaro de Luna fue un personaje singular, que llegó a alcanzar un puesto de gran preeminencia en la Corte castellana. Dicho individuo, nacido en Cañete (Cuenca) hacia el año 1390, era hijo bastardo de un sobrino del Pontífice Benedicto XIII, por lo que formaba parte de esta importante familia aragonesa. Se decía de Alvaro de Luna, «de cuerpo pequeño e muy derecho, capacidad de invención, buen cabalgador, atrevido y esforzado en la guerra».


Alvaro de Luna inició su actividad en la Corte de Juan II de Castilla en el año 1410, actuando en un principio como paje. De todos modos, poco a poco, Alvaro de Luna fue ganando la amistad del Monarca castellano «los unos e los otros trataban con Alvaro de Luna, como conocían que era el que mas tenía en la voluntad del Rey».

  (Alvaro de Luna en Cañete, Cuenca)

Pero desde el Reino de Castilla se veía a los infantes de Aragón como si constituyeran un país extranjero.

Ya en 1423, se había gestado un clima prebélico entre las Coronas de Castilla y de Aragón. Las desavenencias surgidas entre los infantes Juan y su hermano Alfonso V de Aragón hicieron acordar un pacto entre ambos. Desde ese momento se estaban proyectando dos bandos opuestos, por un lado el que dirigía el infante Juan, que buscaba atraer a sectores de la nobleza castellana, y por otro el que capitaneaba Alvaro de Luna, que pretendía el apoyo de las ciudades. El año 1427, Alvaro de Luna fue desterrado, aunque por poco tiempo, a la Villa de Ayllón. Alvaro de Luna retornó de aquel destierro: «regresó el Condestable, haciendo un despliegue ostentoso de riqueza y poder. Su intención no era, probablemente, atenerse a los pactos sino continuar un camino que ya emprendiera. El destierro ha sido, para el, una especie de paréntesis obligado, una etapa conveniente en la marcha hacia el poder supremo»


En la primavera de 1428 Valladolid fue el escenario de unas brillantes fiestas, poetizadas por Jorge Manrique en sus famosas «Coplas». Todo parecía indicar el triunfo indiscutible del bando monárquico de la Corona de Castilla. Don Alvaro de Luna presentó la pugna con los infantes de Aragón como si se tratara de una guerra contra la Corona aragonesa. Es mas, en las Cortes de Illescas de 1429 se concedió el dinero solicitado para los gastos militares.

En el mes de marzo de 1429 las tropas aragonesas invadieron Castilla, entrando por la zona de Ariza, desde donde siguieron hasta Sigüenza e Hita. Concluyó todo el año 1430 con las «Treguas de Majano». Sin duda alguna había sido la Corona de Castilla la vencedora, así como Don Alvaro de Luna. Los infantes de Aragón no solo habían sido derrotados, sino que se les prohibía residir en tierras de la Corona de Castilla, salvo que les diera licencia el Rey Juan II.

Se abría, como es obvio, una etapa de paz para la Corona de Castilla. Al tiempo que la alta nobleza había recibido importantes premios. Alvaro de Luna, en el cual el rey Juan II tenía su total confianza, era el principal triunfador.

El año 1436 el Rey Juan II de Castilla confirmó a Don Alvaro de Luna la administración de la Orden Militar de Santiago. Pero algunos nobles castellanos no estaban de acuerdo con la hegemonía de Alvaro de Luna. Al mismo tiempo se buscó una reconciliación con Juan II de Navarra, a quien se le devolvió una parte de las rentas que recibía de la Corona de Castilla.

En la primavera de 1439 se desarrollaron en Tudela de Duero, Renedo, Valdestrillas y Tordesillas unas negociaciones entre Don Alvaro de Luna, los infantes de Aragón y la alta nobleza castellana. Como consecuencia, el Conde Haro, Pedro Fernández de Velasco, escribió un texto titulado «El Seguro de Tordesillas».


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Hacia el año 1445 los infantes de Aragón habían realizado varias escaramuzas en la Corona de Castilla, concretamente el 19 de marzo de 1445 se produjo el enfrentamiento militar entre el bando del rey Juan II de Castilla y el de los Infantes de Aragón, resultando que salió vencedor el ejército de Juan II de Castilla. El infante aragonés Enrique falleció a los pocos dias de aquel combate. En cuanto al infante Juan, abandonó definitivamente el reino de Castilla. El gran triunfador había sido el Rey Juan II de Castilla, y junto a el Don Alvaro de Luna, repartiéndose los bienes de los infantes de Aragón entre la nobleza castellana.

A pesar de todo, la popularidad de Don Alvaro de Luna fue decayendo, sobre todo desde los levantamientos que se produjeron en enero de 1449 cuando este trató de recaudar un tributo especial que impuso. Es mas que probable que estos acontecimientos animaran al infante de Aragón a realizar las incursiones a pueblos castellanos, saqueándolos y dejándolos en la miseria, hechos que ocurrieron al final de 1449 y principio de 1450.

Tanto el rey Juan I de Castilla, como Don Enrique III e incluso Juan II decretaron leyes para cobrar los impuestos sobre el patrimonio y sobre el subsidio, pero como la Hacienda Pública no tenía medios para controlar a los recaudadores, los pecheros, como únicos pagadores de impuestos desobedecieron la imposición siempre que podían.

El 3 de mayo de 1449, el representante del rey, Pedro Sarmiento, se unió a la rebelión, que contó con un saqueo de los mercaderes conversos. Era difícil encontrar una relación directa entre la rebelión y las apariciones. Pudiera ser que, en cuanto reafirmación sobrenatural fuese una reacción contra la influencia de los conversos.


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El 5 de marzo de 1450 «fablaron que se dezía que Pero Sarmiento pasaba con gente de armas por çerca de Burcos e facia Miranda y que convenía resistirle el paso y aún tomarle las acémilas y  recuas con lo robado en Toledo para remitirlo al Monarca».

Las consecuencias para estos pueblos, entre los que se encontraba Esquivias, fueron catastróficas.

En Esquivias, que en el año 1449 contaba con 700 vecinos. Pasados los hechos relatados se redujeron hasta quedarse en 220 vecinos. En las crónicas del rey Felipe II del año 1575, Esquivias contaba con 250 vecinos, es decir que en 125 años tan sólo había aumentado la población en 30 vecinos mas.

Esquivias quedó empobrecido, incluso hipotecado por los rescates que hubo de pagar por las personas secuestradas. Los propietarios de las casas y tierras de labor poseían estas pero no así dinero para mantenerlas y cuidarlas, igual que no poseían dinero para pagar a los jornaleros para realizar las labores agrícolas, y los jornaleros que no emigraban a otras poblaciones, pocos, realizaban dichas labores a cambio de comida: garbanzos, lentejas, judías, trigo o harina.

No obstante, la cosecha de cereal de ese año de 1450 se pudo recolectar dado que la sembradura se realizaba en el mes de noviembre, antes de la entrada del invierno, y cuando se sucedieron los hechos relatados ya se hallaban sembrados los campos.

Lo mismo ocurrió con la producción de uva: Las viñas se podaban en el mes de enero para que retoñaran en la primavera, de tal forma que para el otoño se pudieron vendimiar los majuelos, pero el problema de la carencia de mano de obra para realizar la labores agrícolas mermó considerablemente los resultados.

EL GRAN CATARRO DE 1580

Se llamó «El Gran Catarro de 1580» a la primera pandemia  no reconocida como tal hasta hoy, de gripe identificada, o de tos ferina (no se halla definido), que afectó a Europa, Asia y Africa, en el año de 1580. La epidemia o pandemia no llegó a cruzar el Atlántico por lo que América no sufrió sus consecuencias.

Dicha pandemia, acabó con gran parte de la población de estos continentes, sin determinar su número, pero que provocó la muerte de miles de personas.

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(Iglesia parroquial de Esquivias un día de invierno) 

En principio se la llamó «la enfermedad del catarro» que se atribuyó a «la malicia del aire repentinamente corrompido». 

La familia real también se vio afectada: El Rey Felipe II, a sus 53 años, viajaba a Portugal para ser coronado como Rey de dicho Estado, contrayendo la enfermedad. El Rey estuvo muy enfermo, hasta el punto de hallarse en coma, pero se restableció de su grave dolencia. No tuvo la misma suerte la Reina Ana de Austria, su esposa, que cayó enferma y murió en Talavera la Real (Badajoz) a los pocos días, el 26 de Octubre de 1580.

La Reina consorte Ana de Austria, cuarta esposa del Rey Felipe II, sobrina de este, había concebido cinco hijos, el cuarto heredó la corona reinando con el nombre de Felipe III (1578-1621). Doña Ana de Austria había tenido su último hijo el 14 de febrero de 1580, hallándose embarazada de siete meses cuando murió. Habría cumplido los 31 años el 1 de noviembre de 1580. Es posible que su estado físico no soportara la enfermedad.

Como dato comparativo, en Orgaz (Toledo) que en aquella época contaba con una población de 850 vecinos, fallecieron 213 en el año de 1579 y 190 en el año 1580. Afectando a familias enteras.

Para la población de Esquivias fue mas benigno el alcance de la pandemia, pues fallecieron tan solo 28 personas en el año de 1580, aún así, representó el 11% de los vecinos (La población de Esquivias en el año de 1584 era de «165 vecinos mas o menos pudientes, de los cuales 37 eran hijos dalgo de rancia cepa, y unos 90 jornaleros»), por lo que, a pesar de eso, también se vieron afectadas varias familias:

Los Palacios y Salazar. Fallecieron Catalina Vozmediano, abuela paterna de Catalina de Salazar y Palacios, y María Yñiguez mujer de Lope de Salazar, tío-abuelo de Catalina de Salazar y Palacios. En un espacio de cinco días.

Los Ricote, moriscos. Fallecieron Bernardino, su esposa y su hijo Pedro. En once días.

Los Valenzuela, moriscos. Fallecieron Juan de Valenzuela, la mujer de Pedro Valenzuela y un hijo de Agustín de Valenzuela. En un periodo de tres meses.

Los Morales, moriscos. Fallecieron la madre de los Morales y una hija de Alonso de Morales. En un periodo de dos meses.

Los García. Fallecieron la mujer de Alonso García y la de Pedro García. En un periodo de seis días.

Los Olmedo. Fallecieron Leonor, mujer de Bartolomé de Olmedo y María, hija de Pedro de Olmedo. En doce días.

Los Torrejón. Fallecieron los hermanos Juan Torrejón y Juana Torrejón, mujer de Pedro Martín. En un periodo de diez días.

Los Castillo. Fallecieron Alonso del Castillo y su mujer Antonia Ruiz. En diez días.

Los Cuellar. Fallecieron Pedro de Cuellar y su hermano Diego de Cuellar. En un periodo de siete días.

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(Panorámica actual de Esquivias)

Sabino de Diego.




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